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A Santiago Martín no es fácil decirle NO. Imaginamos el displacer de la poeta, profesora, y ensayista Elena Tamargo ante la disyuntiva de ceder a la solicitud (por llamarla de algún modo) de el autor de “Calentando el bate” para que presentase su libro, y el ridículo que representaba prestar su nombre a tales fines. Para su suerte, fueron pocas personas (intelectuales digo), no ha salido en ningún blog de importancia, y no ha quedado testimonio gráfico, como no sean la invitación y dos o tres fotos de Ena Columbié, de cuyo lente supo escabullirse con celo. Aún así, es una “mancha en el expediente” con la que habrá de aprender a vivir.
A Santiago Martín no es fácil decirle NO. Imaginamos el displacer de la poeta, profesora, y ensayista Elena Tamargo ante la disyuntiva de ceder a la solicitud (por llamarla de algún modo) de el autor de “Calentando el bate” para que presentase su libro, y el ridículo que representaba prestar su nombre a tales fines. Para su suerte, fueron pocas personas (intelectuales digo), no ha salido en ningún blog de importancia, y no ha quedado testimonio gráfico, como no sean la invitación y dos o tres fotos de Ena Columbié, de cuyo lente supo escabullirse con celo. Aún así, es una “mancha en el expediente” con la que habrá de aprender a vivir.
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